LOS CUENTOS QUE ME CUENTO


Cuentos

El personaje central de LOS CUENTOS QUE ME CUENTO es Bertrance, el poeta.
Bertrance es un hombre peculiar. A veces su comportamiento le hace parecer un loco; sin embargo en otras ocasiones se muestra extremadamente cuerdo. A veces muy listo, otras veces muy tonto. En ocasiones es un haragán, en otras ocasiones es un adinerado cabeza de familia. Pero siempre mantiene una constante: sus historias invitan a la reflexión.
¿qué nos puede estar contando Bertrance que tenga que ver con nuestra propia vida?
A continuación encontrarás algunos de los cuentos que puedes leer en LOS CUENTOS QUE ME CUENTO:


Generosidad
Era costumbre que el día del cumpleaños del rey, éste obsequiara a cada uno de los aldeanos con una gran torta de harina de trigo.
Bertrance recogió su presente y salió a los jardines de palacio. Mientras caminaba plácidamente dio un tropezón y la torta fue a parar al estanque en el que se remojaban unos patos.
Uno de ellos cogió la torta con su pico, la partió en varios pedazos y se la comió.
Bertrance, de un salto entró en el estanque, agarró a aquel pato del cuello, lo metió en un saco y se lo llevó a casa.
Al llegar, le mostró a su esposa el hermoso ánade que traía. Ésta, al verlo, comentó sonriente:
- La generosidad de nuestro rey no tiene límites.
Bertrance asintió.



Tienes razón
Bertrance mostraba una de sus manos cerrada a un grupo de personas mientras les lanzaba un reto:
- Probad a adivinar ¿Qué clase de caballo es el que escondo en mi mano?
Uno dijo: "Es un caballo persa." Otro dijo: "Árabe, es un caballo árabe". Un tercero comentó: " Bertrance, debe ser uno de esos caballos enanos, ¿verdad?".
Un hombre se acercó al poeta y le dijo:
- No creo que tengas un caballo en tu mano, Bertrance. Eso es imposible.
Bertrance abrió su mano y dirigiéndose a éste último, le dijo:
- Te felicito. La razón la tienes tú. Ahora bien.... sólo la razón.





La silla coja
Un carpintero fue a casa de Bertrance a reparar una silla que cojeaba.
El hombre hizo su trabajo y, cuando se marchó, Bertrance le preguntó a su esposa:
- ¿Viste lo que hizo con la silla?
- Sí, la dejó estupendamente. Ya no cojea - contesto ella.
- Es cierto - dijo Bertrance - pero para arreglarla aserró las otras tres patas. Es una suerte que tenga una carpíntería y no una ortopedia.



Leyendo al revés
La esposa de Bertrance había observado que su esposo llevaba unos días leyendo un libro de juventud.
Esto no era raro, ya que lo hacía a menudo, pero lo que sí resultaba extraño era que el poeta leyera ese libro de atrás hacia adelante.
Días más tarde, cuando Bertrance acabó de leer aquel libro, su esposa le preguntó con una pizca de ironía:
- ¿Aprendiste algo con la lectura de ese libro, Bertrance?
El poeta, eufórico, contestó:
- Algo mucho mejor que eso, esposa mía... ¡conseguí olvidarlo!



Un incendio
Un pequeño incendio se originó en casa de Bertrance.
El poeta, con presteza, le dijo a su hijo mayor:
- Rápido, busca algunas mantas mientras yo voy al pozo a traer agua.
Cuando Bertrance volvió, vio que su hijo se agitaba con nerviosismo dando vueltas de un lado a otro sin parar, gritando:
- ¡No hay mantas por ningún lado! ¡Va a arder todo!¡ Vamos a morir!.
Bertrance, por sorpresa, vació en la cabeza de su hijo el cubo lleno de agua que traía. El joven quedó helado por la reacción del padre.
En pocos minutos, entre los dos hombres sofocaron el fuego sin problemas.



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